Tengo una debilidad por la ambigüedad. La ambigüedad es el camino a los caminos, la ambigüedad es una sugerencia que se convierte en miles, jamás una y solo una obligación.
Con la ambigüedad, quien lee o interpreta no solo experimenta la creación, sino que al mismo tiempo crea.
La ambigüedad en la política y las relaciones humanas es un arma que casi siempre hiere, engaña, es odiosa e inmoral; gracias Dios, que en la literatura y el arte la ambigüedad puede ser tan odiosa e inmoral como hermosa, virtuosa y trascendental.
El jueves vi Esperando a Godot de Beckett en el Royal Theatre de Brighton, interpretaban Ian McKellen (más conocido por su rol de Gandalf o Magneto) y Patrick Stewart (Capitán Picard de Star Trek TNG, o Xavier de X men).
¿De qué putas se trata Esperando a Godot? No tengo ni la más remota idea. ¡Pero qué obra más buena! Sir Ian McKellen y mi favorito, Stewart, sostuvieron la obra por casi dos horas y treinta minutos con la acción entrenada y entregada de sus cuerpos y mentes (nada de musiquita, efectitos etc.) Me reí mucho, me deprimí a ratos, sentí ternura, rabia también, soledad, pero repito: no tengo la más mínima idea de qué se trató la obra... y como dije, ¡me encantó!
Pero no me importa... yo quiero seguir, con Vladimir y Estragon, esperando a Godot...
3 comentarios:
Vladimir: ¿Qué? ¿Nos vamos?
Estragón: Vamos.
(No se mueven.)
Una obra magnífica.
El teatro, más aún que el cine, debe ser capaz de sostenerse con uno o dos personajes, en monólogo o en diálogo. Nada más (y una cuerda en un árbol).
Sostener "En attendant Godot" o "Fin de partie" no es nada comparado con lo que el propio Beckett hizo con sus dos magníficas trilogías novelescas: sostener un mundo con un hombre confinado en un cuarto, seis novelas con un entramado de no-acción. Si eso no es un artista auténtico, un genio literario, díganme entonces qué p**** es...
Cuando hablamos de Beckett estamos hablando de Dios. "El verbo hecho carne" y la carne hecha verbo.
CAQ, pocas veces sentiré tanta envidia como en este momento. McKellen y Stewart juntos es poco más o menos como lo que fueron Sir Lawrence Olivier y Sir John Gielgud juntos: una sobredosis de actuación magistral. Y le agregamos el elemento clave de un Shakespeare o un Beckett, et voilá: la literatura hecha magia pura.
Felicidades. Para vos debió ser como la primera vez que yo escuché Mahler en vivo: csai me cago, hermano. Salí del teatro llorando.
Y si hay algo valioso acerca de la gran ciudad, son estos momentos.
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