8/11/2012

“Los demasiados libros” de Gabriel Zaid


A 30 años de su primera edición (1972), “Los demasiados libros” de Gabriel Zaid (Monterrey, 1934) es uno de los ensayos más actuales que he leído sobre el oficio de escribir, publicar, distribuir, vender y leer libros. Traducido a una docena de idiomas, publicado sucesivamente con actualizaciones para mantener los temas de Google y Amazon tan actualizados como la discusión centenaria sobre Sócrates (de quién se dice que prefería la conversación al libro), este es un texto que recomiendo a cualquiera que esté dentro de la cadena del libro.

Muchos libros, muchos lamentables, muchos vitales; y poco del recurso más valioso, el tiempo. Gabriel Zaid rompe en esta serie de ensayos con varios de los mitos en torno al libro, a su comercialización y mercado y a eso que se llama “ser culto”. Zaid habla de un mundo dónde cada vez hay más escritores pero menos lectores (y pone el ejemplo de la poesía, donde puede que haya más poemas que lectores). Pero también un mensaje alentador, pues para todo libro hay un grupo de lectores interesados que están a la espera de ese grato encuentro.

Una perspectiva, a veces polémica, para alimentar la visión propia.
Algunos fragmentos como evidencia:

¿Qué importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer no hace, físicamente, más reales.”

...la economía del libro a diferencia de la economía de los periódicos, el cine y la televisión, es viable en pequeña escala... la economía del cine exige eliminar el 99% de las posibles películas.”

La verdadera superioridad editorial de los países ricos está en que pueden reunir con cierta facilidad un millar de compradores dispuestos cien dólares o más por un libro de interés limitado”.

Hoy, es un lujo leer a Sócrates, no por el costo de los libros, sino del tiempo escaso”

Leer es un lujo de pobres, de enfermos, de presos, de jubilados, de estudiantes ociosos, como antes los había”

El público natural de un libro está formado por las personas a las cuales tiene algo que decirles. Pero es difícil identificarlas, localizarlas, imprimir los ejemplares necesarios, distribuirlos por el planeta y avisarle a cada una “este libro fue escrito para ti: toma y lee.”