La guerra es el estado natural de la humanidad. O por lo menos así se desprende de la lectura de la historia humana desde hace por lo menos 13 mil años. Desplazamientos de poblaciones, conquista, muerte, hibridación, héroes o antihéroes según el historiador etc.
Nuestra modorra cotidiana —de violencia controlada y lejana vista por imágenes de allanamientos, drogas, atropellos, violencia doméstica etc.— nos mantiene con la idea de que vivimos en paz pero con inseguridad.
Sin embargo en el mundo actual hay más de 30 guerras abiertas en cuatro continentes.
La situación límite de la guerra muestra a las personas en su condición humana o en la pérdida de esa condición. Ese es el caso de Sur: Latitud 13 del escritor cubano Ángel Santiesteban Prats (La Habana, 1966).
Siendo tantos los conflictos, para el mundo es fácil olvidar la “aventura” cubana en Angola durante los ochenta, inmiscuyéndose en una terrible guerra en el continente africano. Pero los cubanos que visitaron ese infierno no lo pueden olvidar.
Relatos de reclutas, de combatientes convertidos unos en violadores y bestias, otros en mártires y creyentes de la mejor fe disponible y que los pueda salvar, narraciones de las pesadillas que hacen insoportable el regreso a casa, de la mutilación y del sinsentido son el núcleo de este retrato humano. Retrato de guerra.
Este autor cubano fue galardonado por esta obra con el Premio UNEAC de cuento en 1995 (titulada para la ocasión como Sueño de un día de Verano), y más recientemente recibió el Premio Alejo Carpentier en el 2001 con su libro Los hijos que nadie quiso, y el premio Casa de las Américas en 2006 con el libro de cuentos Dichosos los que lloran.
Cubano en Cuba, cubano crítico y librepensador, cubano controversial. Sus obras, desdichadamente son difíciles de encontrar, por ello agradezco la plática de poco menos de 30 minutos que tuvimos en República Dominicana —entre el lobby y el bus—.
PD: Los ticos no estamos exentos de relatos bélicos. Por ejemplo, la crónica Coto de José Marín Cañas que relata la derrota de una tropa costarricense—16 muertos— durante el conflicto limítrofe con Panamá en 1921, o El infierno Verde que relata —y en el caso de Marín Cañas, se imagina a la distancia y con información periodística— la Guerra del Chaco. De la gesta de 1856 sé que hay un cuentario, del 48 debe haber material literario derivado, el cual como casi todo lo demás, desconozco.
5 comentarios:
saludos
a ver si vamos por una birra
pura vida
william
Paso a saludar.
Como bien señalás en tu reseña de la novela de Zaldívar, contagiado por 100 palabras, Sentenciero y Literófilo, te has dado a la tarea de reseñar algunos textos costarricenses contempráneos. Yo también rescato el espíritu de esos blogs, como viste en el texto que escribí sobre la necesidad de la crítica.
Y tal y como afirmás en el comentario que dejaste, así es, no somos pocos... y la idea es extender estos vasos comunicantes y lograr generar "presencia" de nuestras letras.
Así que a seguir adelante.
Carlos, gracias por traernos este autor que desconocíamos y que buscaremos. La generación que se corresponde con la inmediatamente anterior a las nuestras en el resto de Centroamérica ha sido denominada la generación del desencanto precisamente porque a ella le toco heredar países post-bélicos donde la violencia civil subsiste como las secuelas de la enfermedad de la guerra y de la muerte de las utopías que la generaron, de las que ya no queda nada. Estas novelas de la belicosidad institucionalizada, como la que mencionas, son la contraparte de novelas como la de Galich (Managua Salsa City) que muestran a esos mismos soldados tratando de sobrevivir en un medio depredador con los únicos medios que conocen. Paz no es el antónimo de guerra si no el sinónimo de justicia.
Carlos, excelente tu comentario. Llego muy tarde, pero espero ser oportuno. Por si te es de ayuda, el 1 de junio de 2008, publiqué en Ancora un artículo sobre "Las novelas del 48".
Saludos.
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