En Europa, no se puedo uno tomar un café o comprar una camisa sin evitar ver los logos de Fair Trade o de producción orgánica. Se ha desarrollado un mercado de consumidores consientes ―y con capacidad de pago― los cuales tienen satisfacción y por lo tanto preferencia para consumir productos de comercio justo, orgánicos, amigables con el ambiente, certificados social y ambientalmente etc. etc. etc.
So far, so bueno.
Pero así como se mueve campante el café certificado y las camisetas que personas en teoría un poquito más felices manufacturan en algún rincón del mundo, también transitan alegres la marihuana y otras drogas, que a pesar de ser ilegales en esta parte del mundo, tienen un alto grado de aceptación y tolerancia entre la gente, y pareciera que entra las autoridades también.
Obviemos por un momento el debate moral y de salud para el consumo de estos productos, (digamos nada más que cada quien hace con su trasero una maceta).
Si tan preocupados estamos por el bienestar de los otros, que pedimos certificaciones, por qué no sucede los mismo con la marihuana, por ejemplo.
Mi amigo Francisco Benavides hace unos días me dijo que del todo se abstenía de consumidor marihuana, y su razón fundamental era que él no sabía cuánta sangre de sus compatriotas mexicanos podía estar detrás de ese puro. Para el año 2008, las estimaciones de muertes en México relacionadas con el narcotráfico rondan entre los 3700 y 5400 fallecidos. La cifra tiene dimensiones de guerra.
¿Por qué se consume café, té, o camisas del fair trade, pero cuando se llega a la marihuana la ética de la justicia se detiene? Tal vez porque se insiste en ignorar su flamante presencia en las sociedades.
En febrero pasado, tres pesos pesados de la política latinoamericana, los ex presidentes Ernesto Zedillo (México), César Gaviria (Colombia) y Fernando Henrique Cardoso (Brasil) emitieron un comunicado en el que ‘consideraron que ante el fracaso de las políticas contra la producción y tráfico de drogas es necesario despenalizar el consumo de la mariguana’. Mensaje que viene no precisamente de la izquierda de la región.
“El problema es que las actuales políticas están basadas en los prejuicios y temores, y no en los resultados” expresó Gaviria. Irónico que la noticia no tracendió mucho.
Tal vez sea hora de visualizar el tema y ponerle el sello fair-social-organic-no-blood-in-it a la famosa Mary Jane.
Pd: ando en mis días de guevón politicón, lo que significa que a la vuelta de la esquina está el balance: cabrón literario.
3 comentarios:
La legalización es tema viejo que las autoridades y estados latinoamericanos se resisten a enfrentar, amparados en morales caducas e hipócritas.
La historia ha enseñado, desde hace mucho, que la penalización de las drogas o el alcohol conduce a altas tasas de violencia, como bien señalás.
La legalización tiene varios puntos a favor:
- En el ámbito social, se genera un clima de tolerancia y solidaridad.
- En el ámbito político, deja de ser controversia para pasar a aser acción justa.
- En el ámbito económico (si el Estado la distribuye) evita despilfarrar en guerras falsas, mientras que unos pocos se enriquecen, y provee al estado de finanzas saludables para invertir en educación, salud, etc.
- En el ámbito de la salud, evita la proliferación de enfermedades y de muertes por sobredosis, pues si se instalan clínicas donde se administren, los peligros disminuyen.
Como vemos, son muchas las posibilidades en tanto el asunto vaya cambiando en nuestras sociedades.
Y luego está el asunto de la libertad. Libertad del adulto para decidir su modo de vida y qué entra o no entra en su cuerpo. (Esto último, por supuesto, lo digo en triple sentido).
Para la marihuana no existe lo que se conoce en toxicología como dosis letal, osea no se puede morir de una intoxicación de THC. De consumirse por vias distintas del fumado, la marihuana es de las drogas recreativas más inocuas que existen, mucho más inocua, por ejemplo, que el ubicuo licor. Su legalización es cuestión de tiempo.
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