Tras 45 minutos de espera, me tocó el
turno de pedirle que me firmara su libro. En mi mano, un ejemplar de
su más reciente publicación “Bajo la Sombra de la Historia:
Ensayos sobre el islam y el judaísmo”.
Como tiene 77 años y no le gusta
equivocarse en las dedicatorias, los organizadores de la firma de
libros, en la Feria del Libro en Guadalajara, nos habían pedido a la
centena de personas de la fila que escribiéramos claramente nuestros
nombres en un papel que nos proporcionaron, para que él lo pudiera
reproducir sin inconvenientes.
Al papelito, al lado de mi nombre, le
agregué una nota que decía: “...de Costa Rica”, y una vez que
me tocó el turno y le entregué el libro con la nota, él la vio y
me dijo: “Usted sabe que, después de México, al país que más
quiero es a Costa Rica”. Me contó que su hermana tiene muchos
años de vivir en nuestro país, y que él le había tomado mucho
afecto a nuestra tierra.
Acto seguido, y como para demostrarlo,
el novelista, estudioso y erudito mexicano me dijo, con una mirada
amable y pícara lo siguiente: “cuando como chucheca, y tomo
guaro, me duele la jupa porque estoy jumado...”
Fernando del Paso es uno de los más
destacados escritores latinoamericanos. De sus novelas se dice que
tienen la cualidad de ser enciclopédicas, como lo es Noticias del
Imperio (1987), la cual narra minuciosamente la intervención
francesa en México y el intento de instaurar una monarquía.
En su carrera literaria ha recibido
importantes galardones y reconocimientos en México, Londres y París,
además, es pintor, traductor e investigador. En los instantes,
mientras firmaba mi libro recordó gratamente su amistad con Samuel
Rovinski y con Carmen Naranjo, y de esta última lamentó su muerte.
Me dejó ir con el consejo de que
leyera mucho y que escribiera más, que era la única ruta para quien
quería perfeccionar el arte de la escritura.
En un tiempo donde nuestros
compatriotas se pelean por televisores en un circo de consumo, que se
nos caen los puentes y calles, y que nuestros políticos de turno son
motivo casi siempre de vergüenza, me dio algún consuelo el hecho
que una persona tan decente y distinguida con Fernando del Paso nos
tuviera en alta estima.
Otro costarricense del que Fernando del
Paso habla bien, esto ya en su libro, es el académico Roberto Marín
Guzmán, por sus aportes al estudio del Islam, un esfuerzo pionero en
la región latinoamericana.
Al tiempo que leo los ensayos de
Fernando del Paso sobre el Islam y el Judaísmo, exhaustivos,
acertados y sin pelos en la lengua, y veo en las noticias los últimos
desarrollos del conflicto Palestino Israelí; me asombro de que, por
ejemplo, en Costa Rica la conmemoración de la abolición del
ejército, tal vez la contribución costarricense más importante
para la Humanidad, pasa casi completamente desapercibida.
Si bien no somos colonia, protectorado
o feudo de nadie, a veces actuamos como subyugados, como si no
tuviéramos libertad y como si el estado de cosas en que vivimos
estuviera ya determinado. No podemos olvidar que es la voluntad, la
que puede mover a un país, por más pequeño, a hacer a cosas
grandes. Y la voluntad reside no en las cosas -o las instituciones-,
sino en de las personas. La esperanza está en lo que quiera hacer la
gente con su libertad.
A fin de cuentas, lo importante no es
lo que personas extranjeras y prominentes, como Fernando del Paso,
piensen de nosotros; lo importante es que nosotros mismos nos
tengamos un poco más de respeto y de amor propio, y que encontremos
el coraje y la voluntad para sacar a Costa Rica del horrible bache
moral en el que está.